Marchando una cervecita…   Leave a comment

Abres la nevera. Te sirves una bebida fresca … ni se te pasa por la cabeza la suerte que tienes.

Cuando no existía la nevera, hasta hace poco menos de 100 años conservar la comida perecedera como la carne o el pescado era algo impensable fuera de lo que no fuese salar o ahumar los alimentos. En lo posible el alimento se consumía casi inmediatamente tras su recolección o matanza. Aquellos que tenían la suerte de vivir en zonas en las que se daba la nieve en invierno podían en la época de calor conservar sus alimentos o refrescar sus bebidas gracias a nieve y hielo provenientes de las montañas que eran recolectados en invierno y almacenados en las “neveras” que eran cuevas frescas o pozos forrados de madera y paja.

La viabilidad de la refrigeración artificial (más allá del botijo, genial invento) es demostrada en 1748 cuando el reconocido doctor escocés, William Cullen en su laboratorio de la universidad de Glascow experimenta la creación de nieve mediante evaporación de éter en recipientes semivacíos. El caso es que, o no le ve la utilidad, o está ensimismado en sus prácticas, pero la cerveza se sigue tomando tibia.

En 1805, el americano Oliver Evans diseña una primera máquina capaz de hacer frio, y la realización práctica viene de la mano de Jacob Perkins en 1834 al usar éter en el ciclo de compresión de vapor, pero no, este invento tampoco tuvo mucha repercusión hasta que en 1844 el médico John Gorrie, basándose en el diseño de los otros dos, inventa un aparato con la idea de fabricar hielo para refrescarles el aire a sus pacientes de fiebre amarilla. Vamos mejorando pero la cerveza sigue tibia.

Saltamos a Europa donde el ingeniero alemán Carl von Linden,  en 1876, da un paso importante en la técnica de congelación al inventar una máquina que usa éter metílico y amoniaco como refrigerante. Este invento tiene un rápido desarrollo y en 1911 (ahora sí) la empresa General Electric, crea el primer refrigerador diseñado exclusivamente para el hogar. Un poquito más, 1927, y el frigorifico se vuelve común y la cerveza se toma fria en casa.

Los sistemas de refrigeración desde los tardíos 1800 hasta 1929 usan gases tóxicos como amoniaco, dioxido de sulfuro, clorometano y otras lindezas. Varios desastrozos accidentes fatales ocurren con los escapes de gases en los primeros frigoríficos (una filtración de un refrigerador en un hospital de Cleveland (Ohio) provocó la muerte de más de cien personas en 1929). Intentando solventar este “pequeño” problema, en 1931, Thomas Midgley revoluciona el método de la refrigeración al descubrir un nuevo gas, al cual llama freón, que se convierte en elemento básico para los frigoríficos y el aire acondicionado .

Famoso gas, el freón del que se detecta en los años 90 que se está cargando la capa de ozono, y sí, ya tenemos la cerveza fria pero se nos está tostando la piel. Por lo que en 1993 se crea la tecnología Greenfreeze, que usa gases refrigerantes que evitan dañar la capa de ozono. Ahora sí que sí, ¡una cervecita bien fría por favor!

Publicado viernes 16/12/2011 por Alter Ego en Sin categoría

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